jueves, 30 de junio de 2011

A veces

─¿Por qué está todo sucio? Gritó Carlos a su mujer.

Casi al mismo tiempo le lanzó una bofetada, que sonó cruel en su rostro, arrojándola de cara al piso. Dar de ostias era su forma de cautivar. El hijo de ambos, sin poder entender que ocurría, rompió a llorar acompañando en cruel coral a su madre. María, en el suelo y adolorida, se quería esconder y sólo atinaba a meter las manos debajo del sofá. Allí unicamente había polvo, pilas viejas y la espada de madera que el abuelo materno le había hecho al niño. De un manotazo tomó por los pies a María y la arrastró, sacándola de su inútil escondite. Las pilas, el polvo y la espada salieron con ella. La mujer tomó la espada entre sus manos tratando de asustar al ogro que se abalanzaba. Carlos pisó entonces una de las pilas y perdió el equilibrio cayendo sobre la espada que le atravesó el estomago saliendo por la espalda, brillante de sangre. El cuerpo inerte aplastaba a María mientras el niño seguía llorando. Como pudo apartó el cadáver y abrazó a su hijo, diciéndole:

─¡No llores más amor bello!. Ya encontramos la espada que te regaló el abuelo y las pilas para tus juguetes.



A veces, es bueno dejar de barrer.
A veces, es bueno encontrar lo perdido.
A veces, querer perder lo querido,
no es dejar de querer.

Paz de Fuego

Cuando supe de su llegada no me lo quise perder. Soy instructor de vuelo y en la noche tomé el Learjet donde doy las prácticas, total nadie se enteraría. Llené los tanques de combustible y tomé refrescos y bocadillos de la máquina del aeroclub. Me despedí de California levantando el morro hacia el pacifico. El tráfico aéreo era un locura, yo sin plan de vuelo un kamikaze. El viaje largo, los nervios al límite y la radio un caos. Inútil pedir permiso para tocar tierra. Sumé un riesgo más para no perderme el show, me colé detrás de un Cessna 206 y abandoné el avión al final de la pista donde no molestaría a nadie.
Hawaii me recibió caliente y húmeda. Pele estaba muy inquieta esperándolo, se le notaba por su aliento sulfuroso, pocas veces ocurre algo tan grande, pero cuando lo hace deja su huella profunda.
Una furgoneta del aeródromo –con las llaves puestas– me llevó por la Hawaii Belt Road hasta Whittigong Park, donde podría verlo llegar sin límites visuales. Vi un sitio ideal, el sol comenzaba a brillar y tomé una foto. La colgué en Google Maps desde mi móvil, dudando de la certeza de mis convicciones.
Caminé hacia el mar al pié de la autovía, me senté al borde del acantilado. Los científicos habían previsto el impacto en el pacifico, llegando por el este, madrugador. El ruido acalló mis pensamientos, levante la cara y la enorme estela rayó el firmamento. Había llegado, gigantesco como el sol, cayendo sobre Pele indefensa, manotazo del creador de por medio.
Me puse de pie, abrí mis brazos y cerrando los ojos me quedé esperando que no doliera más que la vida misma, esta paz que recibía con fuego.

Prueba y Error

—¿Cómo va la evolución humana? —Preguntó severo.
—Creador, están creciendo descontroladamente, consumiendo recursos sin eficiencia, piensan viajar fuera de su luna y establecerse en planetas cercanos. Supone un riesgo para las otras evoluciones, podrían contaminarlas. De hecho, han ensuciado el espacio cercano con los restos de sus artilugios y su atmósfera es más caliente cada ciclo—argumentó el corregidor de Alfa Centauro.
—¿Qué tenemos a disposición para volver a empezar con ellos? —Volvió a preguntar, esta vez más seco.
—Señor, un asteroide de masa media (20 km de diámetro mayor) escondido detrás de Urano-y bajando la cabeza esperó la sentencia que firmaría sobre una hoja siempre en blanco.
—Ya lo hice con aquellos dinosaurios, no me dejaban opción, no todos podían volar, ahora les toca a estos sordos. Volveremos a empezar, esta vez un poco más arriba en la evolución—estampando un golpe sobre el asteroide de marras.
El hombre del noticiero comentaba con terror evidente:
—Científicos de varios países nos han confirmado la presencia de un gran asteroide, ha aparecido más allá de Urano, con una trayectoria de impacto sobre la tierra. Por la velocidad del objeto se estima que en una semana la destrucción sea total. No tenemos esperanzas de sobrevivir—dijo estallando en llanto.
Un caos invadió el estudio y la imagen se volvió negra.
—¿Se desplazará mucho la órbita de ese planeta? —preguntó mientras visualizaba el choque.
—Creador, lo suficiente para rebajar la temperatura en 5 grados, en unos doscientos mil ciclos más.
Entonces la luz del choque llegó renovadora al Olimpo.
—Anota: no dejarles sin escarmiento más de 1000 ciclos en la nueva evolución, vamos lento en el programa.
—Mi señor—dijo retrocediendo con una reverencia.
—Así sea—

Busqueda Permanente

Recuerdo perfectamente aquel momento. Fue durante una clase que al padre Isidoro le gustaba llamar: Higiene mental.
Intentaba explicarnos ese día el concepto de felicidad. ¿Qué era ser feliz?
Me sorprendió mucho que un hombre con tanta labia y tan estudiado escogiera un eje de coordenadas para tratar de explicarnos aquel concepto y su búsqueda continua por el ser humano. Fue al pizarrón y en el eje X puso al tiempo y en el eje Y nuestro esfuerzo por conseguirla; una recta que salía de cero describía un ángulo de cuarenta y cinco grados que caía luego abruptamente al final, tocando de nuevo al eje X. Decía el padre:

—La búsqueda de la felicidad es una persecución constante que crece durante el tiempo. Es una meta esquiva e inalcanzable, nunca sabemos si lo hemos logrado, solo sabemos que la buscamos. No importa dónde ni cuándo.

Todos los alumnos nos quedamos hipnotizados tratando de asimilar aquella expresión filosófica que manaba de aquel alto y serio padre agustino. El silencio se rompió y dijo:

—Solo la muerte nos impide la búsqueda de la felicidad en este plano.

Aquellas últimas palabras nos dejaron aún más sorprendidos. Nos miramos las caras tratando de entender por qué nos hablaba de la felicidad de esa forma. Se despidió diciendo:

—Les dejo esas reflexiones para su íntimo estudio interior.

De todas las tareas que me pusieron en el colegio, esta es la única que no he terminado aún.