miércoles, 6 de junio de 2012

Lagrimas en la mar.


LAGRIMAS EN LA MAR.

   Su vida nunca fue fácil, tampoco se la hizo fácil a quienes le rodearon. Salía al mar en las noches para arrancarle algunos peces, aunque ser pescador no fuese su deseo. No tenia opciones para ganarse la vida, tampoco se dejada ayudar. Era una caja de fuegos artificiales esperando un fósforo emocional, un eterno niño comprando chucherías, un adicto a la nicotina. La mar era la única cosa con la cual no discutía, quizás porque no llegaba a responder a sus monólogos. Era el más joven de mis hermanos pero se veía como el más viejo. Una noche el clima no ayudó a la faena y regresaban a casa. Tras escribir la última letra de un SMS a su mujer le ofreció un cigarrillo a un compañero, se asomó a la borda del peñero en mitad de la borrasca y se puso a fumar. Son esas cosas que los demás no harían, pero que a él le parecían normales. Fue la última vez que se le vio con vida, era el único que faltaba al llegar a la orilla. Por más lágrimas que se derramaron buscándolo y el desvelo que causó su ausencia, la mar lo devolvió cinco días después, callado, pescado, mordiendo el anzuelo de la fatalidad, flotando cual boya bizarra. Le extrañamos en casa, mucho, a su sonrisa, sus arranques emotivos, sus nervios apurados y conversaciones sin destino. El que fue hijo, hermano, padre, sobrino y víctima de sí mismo nos deja una lección: no se debe posponer el encuentro con la verdad demasiado tiempo o se irá callada, ahogada en mitad de una noche de lluvia. Hay tantas preguntas que me quedaron por hacerle a mi hermano pequeño que pienso ir a pescarlas en las playas de piedra de “La Guardia”. Dedicado a mi hermano Luis.